
El filósofo que nuca se fue. Jeremy Bentham, el filósofo británico que revolucionó el pensamiento con su utilitarismo, dejó al mundo una petición tan peculiar como impactante: quería que su cuerpo permaneciera entre los vivos… para siempre. Antes de su muerte, Bentham redactó un documento titulado Auto-Iconización. En él, dejó instrucciones claras: su cuerpo debía ser preservado, embalsamado en este caso. Su intención no era sólo perpetuar su presencia física, sino también desafiar las convenciones sociales y religiosas de su tiempo. Tras su fallecimiento, su amigo y médico, el Dr. Thomas Southwood llevó a cabo el embalsamamiento, pero hubo un problema…

La técnica de preservación para su cabeza falló, dejándola en un estado poco presentable. Para solucionar el inconveniente, se creó una réplica de cera para sustituirla. La cabeza original fue preservada aparte, aunque con el tiempo se convirtió en un objeto de bromas entre los estudiantes de la Universidad College London, donde Bentham reside hasta hoy.

En nuestros días, el cuerpo del filosófo se encuentra en una vitrina, bautizada como su ‘Auto-Icono’. Aunque puede parecer macabro, Bentham deseaba que su presencia fuera un recordatorio de su filosofía: maximizar la felicidad y romper con tradiciones que consideraba inútiles. Hoy, su Auto-Icono sigue siendo una atracción en el University College London, donde Bentham, curiosamente, fue registrado como presente pero no votante en reuniones oficiales. Jeremy Bentham no solo dejó un legado filosófico… dejó su cuerpo como una declaración radical de sus principios. ¿Es macabro o brillante?